lunes, 12 de enero de 2015

LA ALPUJARRA : CAPILEIRA



 Esta entrada la dedicaré a alguien a quien profeso un gran cariño, hace algún tiempo, visitamos Granada y La Alpujarra, no tengo por costumbre hacer dedicatorias pero esta es especial.

 En la zona donde escapan hacia el oeste el río Guadafredo y hacia el este,el Andaráx, por el centro fluye, directamente al mar, el río Grande de Adra.

Esta depresión, casi una franja entre la Sierra Nevada y la Costa del Sol mediterránea, es la misteriosa Alpujarra.

Zona de relieve difícil y quebrado que parece dividir la comarca en varios sectores individualizados todos ellos montañosos y llenos de encantos naturales.

Pasado el Suspiro del Moro, divisoria de las últimas estribaciones de Sierra Nevada al este y la Sierra de Almijara al oeste y cabecera del Valle de Lecrín, encontramos Las Alpujarras.

 Este puerto, el del Suspiro del Moro, todavía no alcanzado por la intensa erosión,que remonta los ríos mediterráneos, facilita la comunicación con la Vega de Granada.

De esta manera el Valle de Lecrín constituye un camino natural entre las tierras de la depresión intrabética y el bajo Guadalfredo, o sea, el sector central de la costa andaluza del Mediterráneo.

Desde Granada nos acercamos a La Alpujarra. Tomamos la carretera A44 con dirección a Motril y salimos en la salida 164, dirección Lanjarón por la carretera A348.



Lanjarón posee uno de los mejores y más antiguos balnearios de España, siendo famoso por sus aguas medicinales.

Desde Lanjarón continuamos hacia Órgiva, puerta de entrada del Barranco de Poqueira.

 Llegamos a Órgiva, localizada en una amplia zona sinclinal, tapizada de grandes conos de deyección, cubiertos por densos olivares.
 Al sur aparece casi vertical, el flanco de la Sierra de Lújar, repoblado de pinos y rico en minas de plomo.

 En Órgiva tomaremos el desvío por la carretera de las Barreras, la A 4132 que remonta la montaña y nos llevará a los publecitos que miran orgullosos desde lo alto al valle y hacia arriba al Mulacén.






 Desde Cañar a Laroles pasando por el incomparable Barranco del Poqueira, la Tahá de Pitres, Trevelez y los vergeles de los Bérchules, tratamos de guardar en nuestra mente las imágenes que han captado nuestros ojos.

La carretera que sube empinada hacia el cruce de la carretera de Cañar, dejando atrás Órgiva y su vega, nos muestra un paisaje nuevo de agua, luz y color.

 Soportujar, Cañar... pueblos que nos muestran el contraste de sus paratas y bancales alargados, sus verdes olivos en la zona baja y sus robles, pinos, castaños, nogales y encinares en la parte alta.

Contrastando con los sembrados de trigo, maíz y hortalizas. Es en estos pueblos donde llega la carretera, a cada uno la suya, en la intersección de la principal donde se encuentra el final de camino para el viajero ya que en ambos casos la carretera que conduce a ellos muere allí.


 Una vez llegados a Pampaneira, en el cruce, tomaremos la A4129 que nos remonta más arriba, hasta Capileira.

Atrás hemos dejado el camino que nos llevaría a Trevelez, situado al otro lado de la montaña, lugar sin duda famoso por sus excelentes jamones.

 Al asomarnos al Barranco del Poqueira, este nos muestra una clara oposición en sus vertientes.
La umbria cubierta de castaños y paratas de cultivo y en la solana, aparecen superpuestos los núcleos urbanos de Pampaneira, Bubión y Capileira, este último tiene una altitud de casi 1450 metros sobre el nivel del mar.

 La carretera desde el Puente del Poqueira suba casi en escalada hacia los pequeños pueblecitos que hallaremos más arriba.

Según la estación del año en que los visitemos, aparecerá tras ellos un fondo blanco por la nieve en invierno o los ventisqueros del Veleta y el Mulacén.

 Sus paratas en escala, donde vemos colgadas los tres pueblecitos de casas pequeñas, apretadas y pintadas de cal, donde el sol brilla reflejando su luz en los grises terrados de launa del que solo podremos diferenciar el de la iglesia, de color rojizo, o el de alguna casa de nueva construcción.


 Y llegamos a Capileira, un pequeño y pintoresco pueblecito , puerta de entrada a lo alto de las montañas.
 Las tribus celtas fueron los primeros pobladores de estas tierras de los que se tiene conocimiento, luego, más adelante, estas pequeñas aldeas convertidas al cristianismo, convivian con los moriscos después de la invasión musulmana.
Estas familias vieron aumentar su población en tiempos de Felipe II con familias venidas de Castilla, Galicia, Valencia... después de la expulsión definitiva de los moros de La Alpujarra.

 Sus apretadas y empinadas calles, tortuosas a capricho o impuesto por lo difícil del terreno. Los muros de sus casas, hechos de pizarras y barro. Contrariamente a las construcciones de los pueblos pirenaicos y alpinos, cuyos tejados tienen pronunciadas pendientes, las casas de los pueblos alpujarreños, acaban en terrados de launa.
 

 Las casas, construidas como si estuvieran recostadas sobre las laderas de la sierra, de ahí que, al tomar una fotografía, tenemos la impresión de que una casa es el peldaño para llegar a la cima.

Las calles y las casas están escalonadas, ninguna tapa el sol del vecino.

 El terrado de las casas reviste una gran importancia para los habitantes de estas tierras.

 Es su sitio de expansión, en él realiza muchos trabajos domésticos, donde se secan los frutos recogidos en el campo y desde él se comunica con los demás.



 Las casas son muchas de ellas, pobres pero limpias, donde la cal se usa profusamente.

 La parte inferior de la casa está destinada a los aperos y a los animales domésticos, en el primer piso se destina a la vivienda.

Es la misma pendiente de la calle la que favorece este sistema de arquitectura.




Calles superpuestas, macetas llenas de flores que sirven de balaustrada al terrado de launa y a las grandes chimeneas.

Todavía se conservan, bajo las fuentes de Hondera y La Pileta, dos lavaderos públicos, lugar de reunión y trabajo que fueron utilizados hasta el año 1965.

 Hoy en día son una de las cosa a ver en Capileira.



 Existen en muchas casas balcones volados, una especie de puente que, sobre la calle, se apoya en la casa del vecino, todos estos  balcones se encuentran repletos de macetas y flores.

 Y sentados en ellos, los lugareños contemplan el devenir del pueblo.


 En otros tiempos, la vida en invierno era más que monótona, actualmente las cosas han cambiado con la llegada del turismo, que pasea por sus calles curioso.

 Rutas y caminos parten sinuosos invitándonos a descubrir las maravillas que la sierra encierra.

Recorrer los senderos, antaño para el trabajo, ahora por placer, nos llena de paz y sosiego, en sus altas cumbres podremos sentir el mundo a nuestros pies y disfrutar de su silencio, a veces roto por la voz inequívoca de algún animal que en estas montañas habita.



 Unas fabulosas vistas del Veleta que divisamos a lo lejos, alzándose majestuoso cubierto por las nieves en invierno, llamándonos a emprender el camino en verano.

 De loma en loma, asoman unos pequeños cortijos formados por una sola nave en la que se cobijan en los bajos los animales y aperos de labranza y en las partes altas las familias que viven allí de primavera a otoño, en jornadas de trabajo durante los meses de verano.


 En Capileira, el agua brota por doquier, múltiples fuentes de aguas frías y cristalinas salen a nuestro paso.


 Camino a la Cebadilla llegaremos a la central eléctrica y pasada esta, un sinfín de cortijos brotan aquí y allá, como pequeños riachuelos que descienden de la montaña.


 Cada pueblo de la Alta Alpujarra es una excelente azotea, que invita a relajarse y a detenerse en el tiempo para contemplar el paisaje.


 En ella tienen cabida todos los climas y vegetaciones posibles entre los trópicos y el polo.


 La Contraviesa presenta un primer escalón de naranjos, seguido de otro de almendros, vides y alcornoques, mientras que la sierra, según la altura, nos ofrece frutales, castaños, pinos, aceres, maojos, tejos, robles y fresnos.



 También podemos encontrar rebaños de cabras montesas que pacen tranquilamente al abrigo del Parque Natural, y junto a ellas, tejones y gatos salvajes junto a otras especies animales que comparten el entorno y su belleza.





 Y a lo lejos,  en la  vertiente derecha , divisamos Capileira. Hemos ascendido un poco y podemos disfrutar de unas fabulosas vistas de los pueblecitos que penden, como absorvidos e integrados en el paisaje. Más abajo, Bubión.Y entre ellos, Pampaneira.



Como curiosidad diremos que, en la vertiente izquierda, ningún pueblo nos muestra su encanto, pero si tiene habitantes, al otro lado del barranco y frente a los publecitos anteriormente mencionados, se encuentra un centro de retiro budista, el O Sel Ling, siendo éste el más importante de España.


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