miércoles, 25 de febrero de 2015

PEGO II : ATZÚBIA, FORNA Y LA VALL DE GALLINERA

 Vamos a continuar nuestro viaje y para ello salimos de Pego hacia Atzúbia.

 Se trata de una pequeña población de la comarca de la Marina Alta situada a muy pocos kilómetros de Pego. De hecho lo podemos divisar a lo lejos desde sus calles.

 Para llegar tomaremos la carretera CV 700.

Atzúbia y Forna son dos poblaciones de origen árabe pero que conservan una importante herencia de la Edad de Bronce y de las civilizaciones ibero-romanas que las poblaron.
 
Destaca en ella su casco antiguo de estilo musulmán y la Fuente Morisca que encontramos situada en la Plaza del Ayuntamiento de cuyos caños brota el agua de las montañas próximas.


También podremos visitar la iglesia dedicada a San Vicente Ferrer, construida alrededor del siglo XVII aunque en su construcción se pueden apreciar diferentes intervenciones posteriores arquitectónicas, especialmente del siglo XVIII


En las inmediaciones de la población podremos visitar la cueva Meravelles que también es conocida por los nombres de Cueva de Adsubia o Cueva de Canalobres, pero no debe confundierse con las Cuevas de Canelobre situadas en el Cabezó de Oro.

 La cueva presenta un recorrido de 80 m y unos 15 m de profundidad.

Desgraciadamente no pudimos visitarla, la dejaremos para otra ocasión, ya que se encontraba cerrada y las visitas son concertadas con el ayuntamiento.




 Continuaremos nuestro viaje y nos dirigiremos hacia Forna y su castillo.


El castillo de Forna se encuentra situado en la cima del monte de Forna, a escasa distancia al sur de la localidad del mismo nombre, perteneciente al término municipal de Atzubia, en la Marina Alta.


 Atzúbia y Forna son dos poblaciones integradas en un solo municipio desde el año 1911.

 Se trata de un castillo señorial con un carácter más palaciego que defensivo, tratándose de una de las fortificaciones medievales mejor conservadas de la Comunidad Valenciana después de su restauración.



El castillo de Forna es de origen islámico, como la mayoría de fortificaciones de la Marina Alta.

Por su situación,en una de las sendas naturales más utilizadas para conectar la Vall de Gallinera y el llano de Oliva y Gandía, la fortaleza dominaba el paso de personas y mercancías entre Alicante y Valencia.

Perteneció al señorío de Al-Azraq hasta que fue conquistado por las tropas de Jaume I el Conquistador en el año 1258.

Posteriormente le fue donado a Arnaldo de Romaní. 

  Tras la conquista cristiana fue reedificado y reformado posteriormente en los siglos XIV y XVI.

En 1262, el castillo estaba administrado por Bernat de Guillem, capitán de ballesteros, en lucha contra el musulmán sublevado Al-Azraq.



  El monarca Jaume I creó la baronía de Forna para su hijo, Pere I, siendo propiedad del conde de Cardona en el año 1325.


 Posteriormente, pasó a ser propiedad de Vicent Escorza, Pere Busquets, Pere Posadores y la familia Cruilles.



 Esta última mantuvo dicha propiedad hasta el siglo XVI.
 Más tarde, a lo largo del siglo XVII, pasa a ser propiedad de la familia Figuerola y en el siglo XVIII, de la familia Juliá y del barón de Santa Bárbara.

 El castillo da una gran sensación de solidez presentando un aspecto impresionante. 
Conserva todo su perímetro original y las cuatro torres de planta cuadrada de sus esquinas.


 Está construido con muros de fábrica de mampostería, mortero de cal y tapial árabe, con aberturas remarcadas en ladrillo.


El edificio tiene planta cuadrada y cuatro torreones en sus esquinas.
 Sus muros presentan al exterior pocas aberturas y el acceso al interior del castillo se encuentra en su fachada Norte y se realiza a través de un arco apuntado ojival de medio punto en ladrillo.
  Esta entrada da paso, a través del cuerpo de guardia, al gran patio de armas de planta rectangular y a dos alturas, donde se encuentra el aljibe principal en el centro y una escalera de acceso a la planta superior de la fortaleza

 Desde el patio se accede a las distintas dependencias del castillo distribuidas en tres plantas. 
En la planta de acceso se sitúan las caballerizas, la cocina, el comedor y un gran salón dispuesto con grandes ventanas sobre el patio. 

 Así, las caballerizas y las cocinas se encuentran enfrente, en las salas inferiores del cuerpo de mediodía, el comedor o gran salón, rectangular con ventanas al patio, sobre la puerta de entrada, con mirador.


  En las plantas altas situamos el resto de las habitaciones a lo largo de las tres plantas que discurren por las fachadas del edificio.

 Posiblemente, las de la tropa o la de los sirvientes se emplacen en las dependencias inferiores del ala de poniente, las cuales poseen aspilleras defensivas.


  
 En este mismo frente, frente a las dependencias comunales, en la sala inferior de la torre del flanco nortoeste, se puede ver un extraordinario conjunto de grafitis de cronología bajomedieval y renacentista, siendo este uno de los mejores de la provincia alicantina.


Se trata de una interesante escena de barcos con una serpiente de mar, en la que aparecen guerreros armados y motivos con forma de animal.

Las torres cuentan con independencia arquitectónica y espacial, siendo la torre noreste la de mayor tamaño respecto a las demás, de tapial con falso despiece de sillería al exterior y sobre de mampostería.


 Por su fachada sudoeste en su interior encontramos una sala cubierta con bóveda de crucería, con aljibe en su subsuelo y escalera de caracol para acceder a otras plantas. 
Siendo esta construcción la más antigua de la fortaleza.


En la última década del siglo XII se construyó esta torre a la que posteriormente se le añadieron el resto de las estructuras actuales.

 Dichas estructuras, en conjunto, confieren a este castillo un carácter de palacio señorial, con todas las dependencias propias de una residencia feudal, respondiendo al modelo de construcciones palatinas del bajo medioevo.

En la actualidad el castillo es de propiedad municipal siendo posible su visita preguntando en el Ayuntamiento de Atzubia.


El castillo ha sido declarado Bien de Interés Cultural, con categoría de Monumento (BIC).




 Seguimos hacia Forna que se encuentra situada a 2 km de Atzubia, donde destacaremos el casco antiguo con calles estrechas y empinadas, las casas blancas y las estupendas vistas del paisaje y del castillo.


Son muchos los legados que dejó la población morisca.

 En la plaza del pueblo bajando unos escalones y como si del subterráneo de una casa se tratase, nos adentraremos en una pequeña cueva donde hay una fuente morisca de agua de manantial que ya era utilizada por los romanos.

  Forna era una alquería en época islámica cuyo castillo perteneció al caudillo musulmán Al-Azraq, llamado el azul por sus impresionantes ojos azules, según cuentan las leyendas del valle.

Con la pérdida de este territorio con el Pacto del Pouet el rey Jaume I incorporó a su corona el pueblo y el castillo, correspondiendo a Bernat Guillem su administración.

La propiedad del pueblo y del castillo han pasado por muchas manos.


 Pactos de guerras, concesiones, donaciones, ventas.


 Por ese motivo, la vida y suerte del pueblo siempre han estado unidad a la del castillo hasta que se separaron sus destinos.

 El pueblo continuó su andadura, el castillo sufrió un declive hasta su adquisición por parte del municipio y su posterior restauración.

 Hoy en día, es un pequeño y pintoresco pueblecito de casa blancas con sabor de antaño que forma parte de una de las ramas del Camino de Santiago.

Respecto a su historia, durante la época romana se producen asentamientos alrededor de la albufera al pie de las sierras próximas.


  Ocupada por los musulmanes alrededor del año 726, Forna fue un importante enclave que posteriormente formaría parte de la taifa de Denia.

 Señalar que la villa de Forna y su fuerte pasaron a manos del rey Jaume I, gracias al Pacto del Pouet o Pacto de Alcalá, en 1245.
 Este acuerdo establecía el régimen de vasallaje entre el caudillo musulmán Al-Azraq y Jaume I.


 El líder musulmán no respetó el pacto, lo que originó numerosas revueltas y enfrentamientos en la zona.

 Tras ser sofocada la rebelión en 1258 la villa y su término fueron entregadas al infante Pedro, que la repobló con campesinos catalanes y crearía en 1262 la baronía de Forna. 
 


Esta inestabilidad política impidió que Forna fuera efectivamente repoblada hasta el último cuarto del siglo XIII.
  
Con posterioridad pasaría a manos de diversos miembros de la casa real y a importantes linajes de la nobleza valenciana.


 Hacia finales del siglo XIII , se entrega la " Carta de Poblament " de Pedro III, por la cual se le da a la justicia y juzgados de Forna, los privilegios de establecer campos, construir acequias, dehesas, aprovechamiento de las aguas, pesca y pastoreo.

 La villa de Forna no padeció especialmente las consecuencias del decreto de expulsión de los moriscos, en el año 1609.
 Para entonces, la población ,alrededor de un centenar de personas, estaban conformados por “cristianos viejos”, tras la repoblación mencionada.


  Tras su reconquista, Forna pasó a ser parte de la provincia, cuya capital historica es Xàtiva, desde 1244 hasta la guerra de sucesión en 1707 que culminó con la anulación de los Furs o Fueros Valencianos.

 En 1910 Forna fue agregada al municipio de Atzubia.



 Contemplando el paso del tiempo, desde lo alto del cerro, el castillo de Forna observa el pueblo y añora aquellos tiempos en los que era el protagonista de la historia.

Ahora, regresemos al cruce para adentrarnos en la Vall de Gallinera.

La Vall de Gallinera está formada por 8 pueblecitos : Benirrama, Benialí, Benitaya, Benisiva, La Carroja, Patró, Llombay y Benissili.

El recorrido discurre durante 14 kilómetros de carretera sinuosa y agradable con magníficas vistas, pasando por todos los núcleos de la Vall a través de caminos rurales, desde la Font de la Mata de Benirrama hasta la Font de la Mata de Benissili, que unen pasado y presente.

Este hermoso valle se encaja entre los abrazos pétreos de la Serra de Les Solanes, la Serra del Almirante y la Serra de la Foradá, que comunica con otro Valle, la Vall d’Alcalà. 

 De la etapa prehistórica merecen especial atención las numerosas muestras de arte rupestre localizadas en los abrigos de La Vall, declaradas patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

De la etapa de la Edad del Bronce encontramos en el Poblado de la Foradà y el Poblado del Castellot d’Alpatró, restos de estructuras y fragmentos cerámicos.

De la cultura Ibérica queda el Poblado del Xarpolar, en las alturas de La Vall, donde se han encontrado diversos elementos constructivos y cerámicas. También se han hallado restos de esta cultura en diferentes cuevas.

  Más allá de las hermosas vistas de postal, la Vall de Gallinera ha sido y es tierra de cultivo. Un escenario rural en el que crecen los almendros, se cultivan los olivos con los que se produce el aceite de la región, los algarrobos y se ha desarrollado el cultivo de sus famosas cerezas.

 A su belleza natural se le suma en primavera el color de los cerezos en flor, un manto blanco que da la bienvenida a la estación.

 Siendo el fruto más representativo del lugar, protegido bajo la denominación de “Cerezas de la Montaña de Alicante”. Cada año en el mes de junio se celebra  La Festa de la Cirera.

 
  Asimismo en la Vall de Gallinera destacan el Museo etnológico de Alpatró y la cooperativa de cerezas Montaña de Alicante.

Cada pequeño pueblo contiene, en su totalidad, un casco antiguo con iglesia, fuentes de agua natural que corre por los antiguos lavaderos de ropa, estrechas y blancas calles con casas que nos sorprenden de vez en cuando con floridos balcones y plantas en los portales.

De pueblo en pueblo admiramos sus montañas, sobre todo las que dejamos a nuestra izquierda hasta ver la llamada Sierra Foradada o  "Foradà", que recibe tal nombre por un gran agujero que atraviesa la montaña.

  En esta zona existen dos castillos: el de Benirrama y el de Benissili.

 El Castillo de Benirrama protegía el valle en su entrada por Pego y el castillo de Benissili lo protegía en su entrada por Planes. Ambos castillos son de difícil acceso. 

 Los árabes y luego los moriscos fueron los primeros en ver las posibilidades reales de este hermoso lugar.

Ya en el siglo X, se advierte de la existencia de una red de alquerías asociadas al cultivo en el fondo del valle y que se mantiene a lo largo de los siglos de presencia musulmana.

 La Vall llegó a contar con una veintena de alquerías.

 De este siglo data la Lápida sepulcral encontrada en Alpatró en los años 40 y que se conserva en el museo de Alcoi.

 También las fortificaciones  son de la época musulmana, de las cuales el Fortí d’Almiserà es la más antigua.
Dicha fortificación se construyó de forma rápida, seguramente en los años 920-930, aunque no parece que llegara a utilizarse durante más de un siglo. 

 Su ocupación parece relacionarse con la sumisión de los bereberes de esta zona al califa Abd al-Rahman III.

   El hallazgo en las inmediaciones del castillo de Gallinera de un silo con cerámicas de cubierta blanca y decoración en verde y manganeso, sugiere que ya había una fortificación en el siglo X, probablemente cuando el fortín d’Almiserà ya se había abandonado. 

El castillo se utilizó en la época de la conquista cristiana; al-Azraq se refugió en él unos días en 1258.

 El edificio actual, sin embargo, es el fruto de una reconstrucción general posterior al terremoto de 1396.

 El Castillo d’Alcalà parece ser del siglo XI, si tenemos en cuenta los hallazgos cerámicos. 

Tenía edificaciones importantes, al-Azraq residió allí durante los años en que sostuvo la resistencia frente a los cristianos.

El Castellot d’Alpatró es una obra del siglo XIII, construida ante la inmediatez de la conquista y con una clara funcionalidad de lugar de refugio colectivo.

La Torre de la Peña Foradà fue lugar de observación y refugio, también del siglo XIII. Hay constancia de su ocupación por milicias cristianas durante la sublevación musulmana de 1276-1277. 

  Fue el hijo de Jaume I, Pere III, quien acabó con la revuelta musulmana en 1277-1278 y quien otorgó una carta puebla en 1279.

Con la llegada de la nobleza cristiana, la Vall de Gallinera, pasó a convertirse en un señorío feudal a manos del infante Pere de Aragón, conde de Ribagorza.

 A pesar de esto, los habitantes musulmanes de La Vall no fueran expulsados.

 Los últimos señores de La Vall de Gallinera fueron los Borja, duques de Gandia.


Entre 1519 y 1526, por orden del rey Carlos I, los musulmanes fueron forzados a convertirse al cristianismo.

A partir de entonces se les conoció con el nombre de moriscos.

 Unos años después, en 1609, Felipe III decretó su expulsión.

 Esta orden de expulsión que los obligaba a dejar las tierras en las que habían nacido provocó que los moriscos se rebelaran contra los cristianos viejos y los señores.

 Del paso de los moriscos, de su expulsión y de la posterior despoblación tenemos buena muestra en las ruinas de L'Atzuvieta, a las que podremos acceder por un camino sin asfaltar que encontramos a mano izquierda de la carretera.

En estas ruinas del despoblado de L'Atzuvieta podremos ver y comprender las estructuras originales del entramado morisco, sus útiles como una prensa de aceite labrada en la misma roca o los materiales más antiguos, como el tapial de mortero encofrado que se empleaba en los muros más antiguos, datados entre los siglos XIII y XIV. 

 En l'Atzuvieta, como en casi todos los despoblados de la Marina Alta, no ha vivido nadie desde que los moriscos fueron expulsados en 1610.

  Los moriscos de los valles de Vall de Gallinera, Vall de Alcalà, Vall D'Ebo, Ceta, Travadell y Planes se agruparon en la sierra de Pop, la Vall de Laguar, en la montaña ‘Caballo Verde’ donde resistieron los ataques de las milicias de los cristianos. 

Pero finalmente no pudieron soportar el asedio, vencidos y masacrados en lo que fue una verdadera carnicería, cargaron con los bienes que podían llevar en la mano y fueron llevados al puerto de Denia desde donde fueron embarcados y expulsados definitivamente.

  
 Después de la expulsión de los moriscos en 1609, la Vall de Gallinera quedó tan despoblada, que el duque de Gandía, al que pertenecía este territorio, trajo de Mallorca 150 familias para repoblar el valle. 

Esto se hizo mediante una carta puebla o carta de población que es un documento especial otorgado durante la Edad Media por una autoridad a los pobladores de un territorio y que fue firmada en Benialí el 10 de junio de 1611.

 Estas familias ocuparon de nuevo muchos de los pueblos que habían quedado despoblados por la expulsión de los moriscos pero algunos de ellos quedaron despoblados para siempre.

  Las viviendas moriscas han sido modificadas ya que, hasta hace escasos 30 años han sido utilizadas como corrales para ganado.

 Ahora regresaremos a la carretera principal y nos encaminaremos hacia Alcalà la Jovada.

Allí podremos ver y pasear por el último reducto del caudillo al-Azraq de quien veremos una fuente con su cara en bronce.

 Posteriormente emprenderemos de nuevo nuestro camino, pero eso lo dejaremos para el siguiente post, solo decir que la Vall de Gallinera nos ofrece gran cantidad de senderos por los que recorrer su historia y su paisaje, pero esa...es otra historia... y otro post.


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